19 marzo 2010

Sawasdee (escapada a Tailandia).


Como era de esperar nos recibe Tailandia con una sonrisa. El personal del vuelo de la compañía Thai Airways se encarga de iniciar el amplio periplo que a modo de cálidos gestos e inclinaciones en señal de respetuoso saludo tendríamos durante toda la estancia en este bello país. Son algo más de las siete de la mañana cuando salimos al exterior del aeropuerto de Bangkok después de un vuelo directo de doce horas desde Madrid, y ya a esa temprana hora notamos el calor aderezado por la humedad. Es final de enero y, según varias guías de viaje, una de las mejores fechas para viajar a Tailandia. Estamos en la estación “templada” (de noviembre a febrero) y la temperatura media es de unos 25ºC.

El recorrido en minibús hasta el centro de la capital tailandesa dura unos cuarenta minutos y empezamos a ver atisbos de lo que nos espera; una gran urbe de más de siete millones de habitantes que conjuga con razonable habilidad la modernidad metropolitana reflejada en innumerables edificios que apuntan orgullosos hacia el cielo, con las tradiciones de su antigua cultura, vigente en palacios, templos y populares mercados.

Teniendo en cuenta la diferencia horaria, en Tailandia son 6 horas más que en España, y que la mayoría de los vuelos llegan por la mañana temprano después de 12 horas de vuelo (o más si hay escalas de por medio), es muy conveniente tratar de adaptarse a la hora tailandesa desde que se embarca en el avión y dormir todo lo posible a bordo para, una vez llegado, disfrutar al máximo desde el primer momento, y no tener necesidad de pasar nuestras primeras horas en esta interesante ciudad descansando en la habitación del hotel.

Es obligada la visita al conjunto formado por el Palacio Real y los templos budistas que lo anexan. De ellos, podemos resaltar Wat Phra Keo, el templo del Buda Esmeralda, que alberga una de las imágenes más veneradas del país, una pequeña estatua de Buda hecha en jade y que data del siglo XV, y el Wat Pho, donde podemos admirar el Buda reclinado, de 46 metros de largo por 15 de alto.

El río Chao Phrya, “Río de los Reyes”, es una ancha e importante vía de comunicación, una autopista de varios carriles acuáticos por donde se desplazan personas y mercancías. Los barcos se detienen en los embarcaderos para recoger o dejar pasajeros en ambos sentidos. Los turistas se mezclan con los lugareños, los niños de uniforme con los monjes de túnicas azafrán, la intensidad de la ciudad también está aquí.

A modo de capilares se distribuyen los famosos canales, en cuyas orillas se levantan viviendas –humildes y menos humildes– y pequeños templetes. Se realizan recorridos turísticos en simpáticos barcos de un par de horas de duración. Merece la pena. No os sorprendáis cuando os den un trozo de pan abizcochado para dar de comer a los enormes peces que viven en las aguas de los canales. También veréis alguna barca con frutas y verduras, una pequeña representación de mercado flotante, si bien el más interesante en ese sentido es el de Damnoan Saduak, situado a unos 80 kms. Hay excursiones para visitarlo.

Moverse por Bangkok es relativamente fácil, tan sólo hay que tener cuidado en los paseos a pie al cruzar las calles, ya que la manera de conducir es algo temeraria (por cierto, conducen a la inglesa, por la izquierda). Además de metro, cuenta desde hace poco tiempo con el Skytrain que atraviesa la capital por encima de sus calles. En breve estará operativo hasta el aeropuerto. Los taxis son baratos –suelen llevar taxímetro- y los tuk-tuks un medio práctico y simpático para desplazarse (es conveniente negociar el precio).

Las gentes son amables y respetuosas; no puede ser de otra manera entre personas que saludan juntando las palmas de las manos mientras realizan una inclinación de cabeza hacia su interlocutor. Eso si, hay dos cuestiones con las que mejor no bromear; la monarquía y la religión. Para los thais son cuestiones sagradas.

Respecto al idioma, es difícil encontrar a alguien que hable español, más allá de los guías. Incluso tampoco es frecuente el conocimiento del inglés, salvo claro está en hoteles y otros establecimientos turísticos. Para saludar di sawasdee ka (si eres chica) o sawasdee krap (si eres chico). Gracias; kob kun ka (las chicas), kob kun krap (chicos).

Comer en Thailandia es una delicia, sobre todo si te gusta el picante; a ellos les encanta, si bien los platos para los occidentales están, por lo general, muy rebajados en ese sentido. Por supuesto nunca falta el arroz, preparado de infinitas maneras, así como las sopas, e innumerables tipos de salsas. Os puedo asegurar que comeréis de maravilla. Además, si te hartas de la cocina thai (cosa que no creo ocurra) Bangkok cuenta con infinidad de restaurantes internacionales por lo que seguro encontrarás una carta al gusto de tus preferencias. Las frutas tropicales son exquisitas y los desayunos en los hoteles suelen estar compuestos por un amplísimo buffet. La presentación de mesas y platos, así como la delicadeza en el servicio, hacen aún más deliciosos los sabores de su rica gastronomía.

La cerveza más famosa del país se llama Singha (tigre en thai) y está riquísima; rubia y suave, la suelen servir muy fría, a nuestro gusto. En la mayoría de restaurantes se encuentran vinos de importación a un precio razonable.

En la calle abundan puestos de comida y hay opiniones contradictorias respecto a la conveniencia de su utilización para el turista; mi experiencia en ese sentido se circunscribe a una cerveza Leo de ¾ compartida con los amigos y a alguna botella de agua. Quiero decir que no me aventuré a probar la comida de los puestos callejeros y desde el punto de vista profesional es la recomendación que haría a mis clientes.

Otra recomendación que no puedo dejar de dar; no os vengáis de Tailandia sin disfrutar de un masaje thai. No es el típico masaje relajante y tiene mucho de terapéutico. Suele haber en casi todos los hoteles, si bien son más caros que los que se pueden encontrar en tiendas a pie de calle. Otra saludable opción es un masaje de pies.

Uno de los mercados más conocidos es el mercado nocturno de Patpong. Se trata de un par de calles perpendiculares en las que se apiñan tiendas donde abundan las imitaciones. Por supuesto que el regateo es imprescindible (y divertido). Los puestos de venta conviven con bares, algo sórdidos en mi opinión, donde chicas ligeras de ropa bailan en las barras. Patpong, de noche, es uno de los exponentes por los que Tailandia tiene fama de paraíso para el turismo sexual; no es mi cometido hacer moralismo al respecto, pero si he de decir que no ha de ser en absoluto excusa para dejar de visitar este fantástico país.

La noche de Bangkok, como su día, es activa y animada. Se encuentran agradables lugares donde escuchar música y también discotecas. Un lugar interesante, algo más caro de lo normal para la ciudad pero no prohibitivo, es la terraza del State Tower, un edificio de más de 60 plantas en el que se alberga el lujoso hotel Lebua. Hay varios bares para tomar una copa, e incluso cenar, con música en directo y unas impresionantes vistas de la ciudad. Presume de ser el restaurante al aire libre a mayor altura del mundo y si tienes vértigo mejor no te acerques a la zona de la barra circular, situada en una plataforma saliente a cuyos pies quedan 63 pisos.

Una excursión que debe realizarse es la que lleva hasta Ayutthaya, donde se pueden admirar las ruinas de los antiguos palacios y templos de la que fuera, durante más de 400 años, capital de Tailandia. Declarada por la UNESCO patrimonio de la Humanidad, se encuentran a 75 kms de Bangkok y se puede acceder en autobús e incluso en barco, existiendo visitas organizadas.

Han sido sólo dos intensos, y escasos, días en Bangkok. Tan sólo un caramelo de lo mucho e interesante que tiene para ofrecernos, pero, que le vamos a hacer, inconvenientes de los viajes express que tantas veces disfrutamos/sufrimos los agentes de viaje. Quienes vayáis de vacaciones, no estéis menos de 4 días –y algunos más si os es posible–. Mañana partimos hacia Chiang Mai.

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José Manuel Lastra Picazo.

Director Gral Triana Viajes.

1 comentario:

  1. kob kun krap por tu hermoso relato de bangkok, verdaderamente dan ganas de ir mañana mismo. Tengo pendiente visitar Asia y posiblemente lo empiece por aquí. Eso sí, pienso probar la gastronomía callejera

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