08 septiembre 2012

Un rincón en Roma.


Roma es una ciudad que me fascina. Sé que esta afirmación carece de originalidad, porque Roma cautiva a todo aquel que tiene el privilegio de pisar sus calles. La sensación de estar viviendo algo especial y único te invade en esta maravillosa ciudad. La primera vez, muy joven, acabé casi con tortículis, generada por mi continuo mirar a un lado y otro, dada la magnificencia de lo que ante mí se presentaba. Ya en otras he tenido la suerte de sentir un especial cosquilleo bajando por las escalinatas de Piazza di Spagna después de haber visitado Trinità dei Monti y continuar Vía Condotti abajo pensando si entrar o no en el famoso Caffè Greco. Por cierto, no lo hice ante el temor al precio del cappuccino y me conformé con una fotografía en su puerta.  Me he sentido transportado veinte siglos atrás mientras observaba el Foro Romano, por supuesto que he pedido el deseo de volver tirando una moneda a la Fontana di Trevi, me he embelesado mirando al techo de esa inigualable Capilla Sixtina, he recorrido la elipse de Piazza Navona admirando las fuentes de Bernini y Della Porta, he buscado en el Coliseo las puertas de salida de fieras y gladiadores, me he jugado la mano en la Bocca della Veritá, he paseado por Trastévere recordando a Triana, … 


Pero no siempre es lo más magnificiente, ni siquiera lo más bello, lo que conservas después de la aventura que siempre supone un viaje. Y para mí, la última y ya lejana vez (más de diez años ya) que estuve en Roma, hubo un lugar que me enamoró especialmente. Se trata del espacio comprendido entre Campo dei Fiori y Piazza Farnese. No sé si fue el recuerdo de la barbaridad cometida (una de tantas) contra Giordano Bruno, leída en la guía frente a la estatua que preside la plaza, no sé si fue el colorido y bullicio del mercado y la frutera que a mí me pareció enteramente Anna Magnani, no sé si fue la copa de chianti tomada en el pequeño velador de una trattoría situada, precisamente, en la confluencia de ambas plazas, no sé si fueron las risas y la compañía. Pero lo cierto es que, desde entonces, cada vez que pienso en Roma y en un rincón para perderme dentro de ella, pienso en este lugar. La próxima vez que vaya, pronto espero, será el primero en visitar. Si vais antes que yo, por favor, hacedlo por mí.


José M. Lastra Picazo

Imágenes de
http://www.enit.it/es.html y http://www.facebook.com/trianaviajes

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