02 febrero 2011

Túnez y Egipto.



Dos países, dos lugares, dos destinos, dos culturas milenarias, dos hogares de millones de personas. En infinidad de ocasiones han sido título de ofertas y programas vacacionales que los operadores turísticos nos hemos encargado de lanzar a nuestro público potencial, seguros de ser productos que lograrían el máximo grado de satisfacción entre nuestros clientes. Porque pasar unos días en cualquiera de estos países es una auténtica bendición. Ya sea para disfrutar en las playas de Sousse o Hammamet, bucear en las aguas de Sharm el Sheikh o Hurgada, contemplar la puesta de sol en un oasis, extasiarse ante la grandiosidad de las pirámides, callejear entre el blanco y el azul de Sidi Bou Said, navegar Nilo arriba escoltado por falucas, buscar el mejor espejismo en Chott El Djerid, encontrar el amanecer en Abu Simbel ...


Ahora son portada de periódicos y telediarios, son destinos no recomendados (que duro es decir esto). Pero no los borréis de vuestra lista de lugares a visitar más pronto que tarde. No os permitáis perderos la oportunidad de conocer estos países y a sus gentes. Lo que está aconteciendo en estos momentos debe ser para bien de los que allí viven, y esperamos que lo que tenga que ocurrir suceda sin violencia, sin desmanes, sin abusos. Si ellos mejoran, mejoraremos todos.

Prueba de la profunda huella que dejan entre sus naturales y quienes los visitan son estas palabras que el finés Mika Waltari nos dejó a través de Sinuhé el egipcio.


Que el que ha bebido una vez agua del Nilo aspire a volver a ver el Nilo,

porque ninguna otra agua apagará su sed.
Que el que ha nacido en Tebas aspire a volver a Tebas
porque en el mundo no existe ninguna otra villa parecida a ésta.
Que el que ha nacido en una callejuela tebana aspire a volver a ver esta callejuela;
en un palacio de cedro echará de menos su cabaña de arcilla;
en el perfume de la mirra y de los buenos ungüentos
aspirará el olor del fuego de boñiga seca
y del pescado frito.
Cambiaría mi copa de oro por el tarro de arcilla del pobre
si tan sólo pudiese hollar de nuevo el suave terruño del país de Kemi.
Cambiaría mis vestiduras de lino por la piel endurecida del esclavo,
si tan sólo pudiese oír aún el murmullo de los cañaverales del río bajo la brisa de la primavera.
El Nilo se desborda.
Como joyas las villas emergen de su agua verde,
las golondrinas vuelven, las grullas caminan por el fango,
pero yo estoy ausente.
¿Por qué no seré una golondrina,
por qué no seré una grulla de alas vigorosas
para poder volar ante las barbas de mis guardianes
hacia el país de Kemi?

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